Los pensamientos y principios del Humanismo Cristiano, constituyen una forma de vida llevada por Eduardo Frei, lo que ha constituido, en la fe en el hombre en la libertad y en la posibilidad de una sociedad inspirada en estos principios, que concibe abierto y concordante con todos aquellos que participan de una igual fe, en la libertad y en una sociedad pluralista fundada en la justicia y en el respeto a la persona humana y a sus derechos.
Recordamos a Eduardo Frei en estos aniversarios, su nacimiento y su fallecimiento, con mucho respeto y recogimiento cristiano, al Excelentísimo señor Eduardo Frei Montalva, Presidente de Chile (1964-1970)
Sus pensamientos vigentes hoy, cuando hablamos de una nueva sociedad.
Frei Dice: “Por ello la Reforma de la Democracia no seria posible sin una actitud ética, quienes la sostienen.
Si se comienza por perder el alma, se pierde hasta la dignidad de vivir de la persona.
En el mismo instante en que desaparecen, la bases moral y la fe comunes, contenidas en un código de ideas fundamentales que hacen posible la convivencia, el sistema tambalea.
Si se falsifican los conceptos más esenciales y la democracia se convierte en un sistema vacío y sin vida, es un campo neutral donde todo se permite, incluso el derecho a destruirla, está de antemano condenada, sobre todo si son precisamente los que la niegan los más activos, mientras muchos de sus defensores se repliegan temerosos y amedrentados.
En este aspecto, el pensamiento de Maritain es de una singular clarividencia y claridad.
“Una democracia genuina importa un acuerdo fundamental de las opiniones y voluntades sobre las bases de una vida en común:
Conciencia de sí misma, sus principios y capacidad de defender y preservar su propia concepción de la vida política y social: o sea, debe contener un credo humano común, el credo de la libertad.
“Una democracia genuina importa un acuerdo fundamental de las opiniones y voluntades, sobre las bases de una vida común; conciencia de sí misma y sus principios y capacidad de defender y preservar su propia concepción de la vida política y social, o sea, debe contener un credo humano común, el credo de la libertad2.
“La democracia burguesa del siglo XIX fue neutral, incluso con respecto a la libertad. Así como no tenía un bien común, tampoco tenía un pensamiento común auténtico. No es pues, de maravillarse, que con anterioridad a la Segunda Guerra mundial, especialmente en aquellos países que perturbaban y corrompían la propaganda fascista, nacista o comunista, se hubiera convertido en una sociedad, sin la menor idea de sí misma y sin fe en ella, sin ninguna fe común que le permitiera resistirse a la desintegración.”
Desde otro punto de vista, el filósofo expresaba: “una democracia genuina no puede existir ni imponer a sus ciudadanos, como condición para pertenecer a una ciudad, ningún credo religioso, ni filosófico.
Esta concepción fue posible durante período “sacro” de nuestra civilización, cuando comulgar con la fe cristiana era un pre-requisito para la constitución del cuerpo político. En nuestros tiempos se ha producido la inhumana falsificación ora hipócrita, ora violenta, con los estados totalitarios que imponen a los hombres la fe, la obediencia; afirmando su credo en el espíritu de las masas, por el poder de la propaganda, la mentira y la policía.
Aquellas bases comunes de acuerdo, sin las cuales la democracia no puede vivir sin sobrevivir, pertenecen para el filosofo a una verdadera fe secular o cívica que no es religiosa. A ella se llegó a través de preceptos básicos, por la simple percepción natural de que es capaz la mente humana con el progreso de la conciencia moral.
“Así, agrega, hombres que tienen opiniones metafísica y religiosa muy diferente e incluso opuestas, puede coincidir, no en virtud de identidad alguna de doctrina, sino de una similitud analógica de los principios prácticos hacia las mismas, hacia las mismas conclusiones prácticas y pueden compartir la misma fe secular práctica, con tal que reconozcan por igual , aunque por razones distintas, la verdad y la inteligencia , la dignidad humana, la libertad, el amor fraternal y el valor absoluto del bien moral.
El estado no puede crear esa fe. Ella nace en la conciencia de cada hombre. En la misma medida en que esa fe se debilita, el Estado democrático se torna débil, comienza a desintegrarse, se paraliza y es fácil presa de todas las fuerzas contrarias a la libertad.
Desde que el filósofo desarrollara su tesis y su visión de una sociedad integralmente humana, los acontecimientos se han precipitado vertiginosamente.
Esa fe secular se ha ido desgastando: “el valor absoluto del bien moral” ha pasado a ser una ficción ante los apetitos desencadenados. Diríamos que en gran medida las sociedades democráticas se han quedado vacías por dentro, sin un mensaje vital, fácil presa, entonces de sus enemigos.
El mensaje humanista capaz de renovarla y vitalizarla no es dogmático, sino abierto, su visión universal, filosófica, su concepto del hombre y de la historia son definidos, pero no excluyente, su proyección temporal a través de la democracia, no se confunde con la misión religiosa de las Iglesias y no está sometida a otra responsabilidad de la de aquellos que la emprenden. De todo esto hay un testimonio más válido. Las organizaciones políticas fundadas en esta inspiración doctrinaria, con todos los defectos y limitaciones que se les pueden achacar, han ejercido el gobierno en numerosas naciones y puede afirmarse que en ninguna han dejado de respetar las libertades esenciales de un régimen democrático y en manera alguna confundido el plano religioso con el plano político, a tal punto que este problema ya ni siquiera se plantea.
De ahí que esta inspiración humanista y su proyecto democrático puedan converger con todos aquellos que realmente tienen fe en que el respeto al ser humano y a sus derechos, es posible construir una sociedad para todos los hombres como alternativa para generar una nueva civilización que emerja, no a través del ansia del poder, el odio, o de la guerra de clases, sino de una Reforma personal interior y en un sentido pleno de solidaridad y justicia”.
Eduardo Frei descansa en Paz
Rodolfo Marangunic Miranda
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