Cuando el
brillante y luminoso sol ilumina los recuerdos en esta hermosa y abrigada
mañana, el mismo sol que alumbró a Chile un cuatro de Septiembre, cuando
flamearon las azules banderas en las alamedas de nuestro país.
Estimados
camaradas, distinguida Sonja Langenbach, Presidenta del Partido Demócrata
Cristiano, camaradas y amigos, señoras y señores.
Hace más de
setenta años, cuando el país salía de una Dictadura y el sistema político –
económico vigente, era incapaz de responder a las demandas de los sectores más
pobres de la población, un grupo de jóvenes católicos, asumió el compromiso de
entregar sus vidas a la lucha por transformar las estructuras injustas de la
sociedad de esa época.
“La Doctrina
Social de la Iglesia”, sería su fuente de inspiración y el evangelio de Cristo,
la luz que iluminaría su largo y duro camino por la historia política de Chile;
el amor al prójimo, y una profunda vocación de servicio, los impulsó a
emprender la hermosa aventura de compartir el dolor de los pobres y asumir su
redención, como tarea permanente; la diferencia entre falangistas y conservadores,
era que estos últimos solamente buscaban humanizar el capitalismo, que era
funcional a sus intereses, mientras que los primeros pretendían transformar las
estructuras del Estado y construir una sociedad comunitaria, donde la persona
humana hecha a imagen y semejanza de Dios, fuera el centro de la actividad del
Estado y de la sociedad.
Nuestro
partido nació a la vida pública y se hizo carne en el pueblo porque asumió una
decisión, la gran tarea de liderar la transformación
de la sociedad de los años 30,
socialmente in justa y
políticamente inestable.
“La
Democracia Cristiana”, penetró con fuerza en la juventud y en los trabajadores
asalariados, porque desafió el orden establecido, enfrentó a los poderosos y con
la fuerza y el apoyo de cientos de miles de chilenos, se convirtió en el
partido más importante del país por más de tres décadas.
Fueron esas
ideas y la consecuencia de sus jóvenes líderes, lo que conquistó la voluntad
ciudadana y permitió a la “Democracia Cristiana” asumir en 1964 el Gobierno de
la República e iniciar un profundo proceso de cambios, con nuestro Presidente:
“Eduardo Frei Montalva”, se hizo la Reforma Agraria y se dictó la ley de
sindicalización campesina, que dignificó al hombre del campo y de su familia,
se dictó la ley de juntas de vecinos y se puso en marcha la oficina de
Promoción Popular, que abrieron importantes espacios de participación a los
pobladores, la Chilenización del Cobre”, que permitió al país contar con
cuantiosos recursos que impulsaron importantes programas sociales y de
desarrollo, esto originó que se diera inició al proceso de regionalización, con
la creación de las “oficinas de Planificación Regional y aquí, en Calama, la
Construcción de las Villas”.
Lamentablemente,
por diversas causas, entre ellas nuestro propio sectarismo, fuimos incapaces de
crear una amplia red social y política, como lo planteaba el camarada Tomic que
nos habría permitido continuar la gigantesca obra del Gobierno de “Eduardo
Frei”.
Lo anterior
nos llevó a la derrota de 1970 con Radomiro Tomic, lo que permitió el
establecimiento de un gobierno de minorías que generó el derrumbe del sistema
democrático, creciendo una clase del “hombre nuevo” y tremendamente sectario.
Nuestro
Partido logró sus mayores éxitos y mantuvo un crecimiento sostenido, cuando sus
bases estaban formados por militantes con místico y debidamente adoctrinados,
disciplinados y altamente motivados, por la misión superior encomendada de
transformar las estructuras de una sociedad injusta, por una sociedad solidaria
y libre.
No era la
expectativa de las ventajas del poder lo que movía a nuestros militantes.
“Ellos”, no
luchaban en las universidades, en los sindicatos, ni en las juntas de vecinos,
porque les esperaba un importante cargo político, o porque a través del
compromiso se aseguraban un puesto de trabajo en la administración pública.
Se luchaba
por convicción y se asumía el compromiso por una clara “vocación de servicios”,
se participaba en la vida partidaria, en los debates políticos y al mismo
tiempo estaba presente en el campo social.
Aunque nos
duela decirlo, debemos reconocer que después de la conquista del poder en 1964
y nuevamente después del triunfo electoral de 1989, han llegado al partido, militantes, sin conocer sus principios
ni los valores que los inspiran.
Han llegado
porque creen que al amparo de la sombra protectora del Partido, podrán escalar
posiciones en la sociedad.
Por estas
mismas razones, algunos ex militantes que desaparecieron durante los duros años
de la dictadura, hoy se hacen presentes y reclaman antigüedad y sus derechos,
para representar a la “Democracia Cristiana” ante la comunidad.
No se trata
de pasar cuentas, sino sólo de decir las cosas por su nombre, afortunadamente,
la mayoría de los que ingresan, o regresan, lo hacen motivados por la inspiración humanista y
cristiana que nuestro partido sustenta.
Es necesario
enfrentar el círculo vicioso que nos asfixia; por un lado están las bases que
carecen de incentivos, se alejan de la actividad política, que aparece
desprestigiada y a la que definen como tarea exclusiva de los grandes líderes;
los trabajadores, las mujeres y especialmente la juventud, se sienten
solamente utilizados para los eventos
electorales, o cuando hay que asumir la defensa de los partidos o del gobierno.
Por otro lado,
los dirigentes se sienten faltos de respaldo, incomprendidos excesivamente
ocupados y presionados por obtener resultados, incluso a veces duramente
cuestionados, porque no han satisfecho la aspiración personal o la necesidad de
trabajo de algún militante.
Al mirar
nuestra historia partidaria, tengo el pleno convencimiento de que la Democracia
Cristiana, puede hoy encabezar el proceso modernizador que colocará definitivamente
al país en una dinámica de desarrollo.
Miro con fe a
nuestro partido y a nuestra candidata para Presidenta Carolina Goic, que ha
sabido sintetizar en su historia, lo que el país quiere ser y aquello que le
gustaría imaginar que sería.
En los
sesenta, el P.D.C. no representó el empuje de las clases medias, una valoración
del esfuerzo, el respeto por la preparación educacional y profesional, una
mística encarnada en dirigentes juveniles y modernos, un estilo sobrio, una
ética de honestidad y sencillez, enmarcada en una opción moral, católica,
comprometida con los sectores populares.
En
definitiva, en aquel momento representaba la promesa de un mañana más próspero
y de mayor justicia, sin las connotaciones violentas asociadas a otras promesas
de cambio de la época.
Para vastos
sectores populares, la Democracia Cristiana y el gobierno del Camarada Eduardo
Frei Montalva, representaron una promoción en la legalidad, en el orden y en el
respeto a la persona humana.
La historia,
que estaremos escribiendo ahora, es una historia que busca servir a Chile con cooperación, creatividad y
cambio.
Demos gracias
a nuestro partido, por su conciencia de esta realidad histórica, que se escribe
con la pluma del sacrificio y la mística cristiana
Gracias, Gracias
Asistieron al Vino de Honor, los siguientes militantes: Cesar Urra, Omar Hurtado, Jorge Mendizábal, Patricio Campusano, Juan Carlos Chavez, Alejandra Olmos, Edith López y Marton Bravo, entre otros
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